miércoles, 14 de septiembre de 2011

CRISTO, LA PIEDRA ANGULAR

La Vigilia de las Jornadas Mundiales de la Juventud, son enormes campamentos en donde millones de jóvenes banderas en mano nos hemos congregado desde 1985 para alabar, adorar, escuchar a Su Santidad y celebrar la Santa Misa al día siguiente, como "Centinelas de la Mañana". En 2002 la Vigilia fue un evento multitudinario sin precedentes en Canadá, el clima era terrible: sol en la tarde, lluvia al anochecer y mucho viento.

El Papa nos dijo entonces: cuando en 1985, quise comenzar las Jornadas Mundiales de la Juventud, pensaba en las palabras del apóstol San Juan que hemos escuchado esta noche: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos, acerca de la Palabra de Vida. . . os lo anunciamos". Y yo imagine la Jornada Mundial de la Juventud como un momento poderoso en el que los jóvenes del mundo pudiesen encontrarse con Cristo, quien es eternamente joven, y pudiesen aprender de él como ser anunciadores del Evangelio a los otros jóvenes.

Esta noche, junto a ustedes, alabo a Dios y le doy gracias oír el regalo dado a la Iglesia a través de la Jornada Mundial de la Juventud. Millones de jóvenes han tomado parte de ellas, y como resultado se han vuelto mejores y más comprometidos testigos cristianos. Estoy especialmente agradecido con ustedes, porque respondieron a mi invitación de venir aquí a Toronto para "contarle al mundo sobre la alegría que hallaron al encontrarse con Jesucristo, su deseo de conocerlo mejor, cómo están comprometidos a proclamar el Evangelio de salvación en los confines de la tierra!" .

El Nuevo Milenio comenzó con dos escenarios contrastantes: por un lado, la vista de multitudes de peregrinos que llegaron a Roma durante el Gran Jubileo para cruzar la Puerta Santa que es Cristo, nuestro Salvador y Redentor; y por otro, el terrible ataque terrorista en Nueva York, una imagen que es una especie de icono de un mundo donde la hostilidad y el odio parecen prevalecer.

La pregunta que surge es dramática: ¿en qué fundamentos debemos construir la nueva era histórica que emerge de las grandes transformaciones del siglo XX? ¿Es acaso suficiente apoyarnos en la revolución tecnológica que ahora tiene lugar, que parece responder sólo a criterios de productividad y eficiencia, sin referencia alguna a la dimensión espiritual personal o a los valores éticos universales? ¿Es correcto contentarnos con respuestas provisionales a las preguntas fundamentales, y abandonar la vida a los impulsos del instinto, a las sensaciones temporales o a las modas pasajeras?

La pregunta no desaparece: en qué fundamentos, en qué certezas debemos construir nuestras vidas y la vida de la comunidad a la que pertenecemos?

Queridos amigos, espontáneamente en sus corazones, en el entusiasmo de sus años jóvenes ustedes conocen la respuesta y la están dando a través de su presencia esta noche: solo Cristo es la piedra angular en la que es posible construir sólidamente la propia existencia. Sólo Cristo -conocido, contemplado y amado- es el amigo fiel que nunca nos deja caer, que se convierte en nuestro compañero de viaje, y cuyas palabras calientan nuestros corazones.

El siglo veinte trató con frecuencia de actuar sin esa piedra angular y trató de construir la ciudad del hombre sin referencia a Él. Terminó construyendo esa ciudad realmente en contra del hombre! Los cristianos sabemos que no es posible rechazar o ignorara a Dios sin degradar al hombre.

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